Mejores tiempos, los que elegimos vivir

Mejores tiempos, los que elegimos vivir

Alguna vez escuché de un gran Don: Todo tiempo pasado fue mejor, y luego el parafraseo exacerbado, provocado por el comportamiento “escandaloso” de la juventud actual. Sin embargo, la duda me asaltó y me hizo creer con ironía, que alguna vez alguien con cuantiosas canas, pudo repetirle lo mismo al que mencioné al principio.

Pero confieso, a viva voz, que no puedo compartir dicho pensamiento porque creo que cada etapa temporal tuvo sus propias circunstancias y la formación humana se ve favorecida o empobrecida por ellas. Y la familia, claramente, ha sufrido sus transformaciones.

Las familias modernas, están compuestas por menor cantidad de integrantes. Padre y madre, cuando da a lugar, llevan en gran parte de los casos, responsabilidad económica. Y los hijos, nuestros hijos… ¿se están criando solos? ¿Es esto lo que aterra a nuestros predecesores?

Es verdad que al menos, desde mi experiencia en la capital, el pronto retorno al hogar se ve limitado por el monstruo del tráfico o el exceso de carga laboral, y todo ello, abruma y puede hacer que escasee nuestra paciencia, buen humor y disposición para desarrollar la tarea de ser padres a carta cabal, al menos de lunes a viernes. ¿Cuánto cansancio puede esto provocar, para impedir dedicarnos al cien por ciento a ser padres de calidad, que la sociedad implacable, exige?

La clave es dejar de centrarnos en el mejor pasado y pensar con optimismo, en crear mejores tiempos todos los días, haciendo de HOY, una oportunidad para alimentar los lazos familiares que protegen la unidad familiar. Y no hay otro ingrediente ideal que darse tiempo, para amar de verdad.

Con el boom de la comunicación a través de las redes sociales, escribir un ¿cómo estás?, es un detalle que no pasará desapercibido. Me importas. Y eso tiene valor, un valor incuestionable, si proviene del corazón. La preocupación por el ser que amamos, a pesar del ritmo de vida que ahora llevamos, es una dádiva de maravillosos colores.

Otro importante detalle es revalorar la buena práctica de compartir plática y platillo, en el almuerzo y/o cena familiar. Confieso que hoy por hoy, es una de las actividades que más disfruto los días domingo, único día en la semana, en que somos cinco sentados, pero una buena risotada, nos combina hasta perder la identidad personal. Todos somos uno, chisporroteando felicidad.

Y claro está, a la hora de dormir, no desaproveches ese pequeño instante, acaricia el cabello de tus hijos y diles cuánto los amas. No es el momento para explicarles por qué trabajas tanto y que el dinero es necesario para tal o cual cosa, ni empieces a prometer y proyectar sobre sus cabezas, mejores momentos en un futuro de mediano plazo. No lo hagas. No restes importancia a ese te amo. Ellos saben, porque son criaturas impresionantemente inteligentes, que estás actuando bien a favor de la familia. Un te amo no es una promesa, es el accionar que te representa, que no se te olvide.

Es cierto que el ritmo que llevamos puede quitarnos horas que le pertenecen a ellos, pero siempre HOY es la única chance para rescatar a la familia y dar amor, tiempo de calidad y hacer de ella, el hogar al que siempre querremos volver.